Este verano, como muchos anteriores, el P. Miguel Segura, L.C., está organizando un curso de Pastoral Vocacional en el noviciado para jóvenes que empiezan a descubrir una inquietud vocacional orientada al sacerdocio. Este cursillo favorece el discernimiento, y quienes están dispuestos a seguir ahondando en este camino podrán comenzar el candidatado, a partir de agosto, y posteriormente el noviciado, desde septiembre.
El noviciado es una etapa muy especial en la vida de los legionarios de Cristo. Por eso en LomásRC hemos hablado con algunos de ellos: con el H. Manuel García de Polavieja y el H. Yago Solá, ambos en Cheshire, el centro de humanidades de los Legionarios de Cristo en Estados Unidos; con el P. Esteban Castell, que trabaja en la Dirección General, en Roma; con el P. Miguel Ángel Cativiela, quien fue Secretario Territorial en España, y recién destinado a México ; y con el recién ordenado P. Rafael Pou, para que nos cuenten de primera mano lo que supuso para ellos sus años como novicio y cómo les impulsó a seguir con su vocación.
¿Cómo recuerdan sus años de noviciado?
«Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en el noviciado es la relación de amistad que vas formando con Jesús -afirma el H. Manuel García-. Es algo difícil de explicar si no se ha experimentado, pero es algo espectacular cuando te das cuenta que Jesús es una persona real en tu vida y que te ama infinitamente y que se te da por completo. Realmente es algo increíble. Para mí el noviciado fue enamorarme de Él con todo mi ser».
«La verdad es que recuerdo mis años de noviciado con mucho cariño, aunque hubo momentos durillos», toma la palabra el H. Yago. «Es una etapa maravillosa en la que uno aprende muchísimas cosas. Pero, la experiencia más fuerte del noviciado para mí fue ver que cuando uno lucha por darle a Dios el primer lugar en su vida, Dios bendice increíblemente. El noviciado fue el primer momento de mi vida en el que me di cuenta de que la única manera de ser plenamente feliz es poniendo a Dios en el centro de tu vida de manera real. Que sea Él el que te guíe, el que te forme, el que te transforme, te dé un corazón puro…».
«Recuerdo muchos momentos en los que vi y sentí cómo Dios bendice los pequeños actos que hacemos por amor a Él», continúa el H. Yago. «Concretamente recuerdo un día durillo, en el que no me apetecía nada, se lo ofrecí al Señor, y esa tarde recibí un email de un familiar que acababa de hacer un retiro de Emaús en el que el Señor le había tocado el alma y le había hecho sentir su amor… ¡Yo aluciné! No me lo podía creer. Recuerdo ir a la capilla y decirle al Señor: ‘Cómo te pasas de bueno, eres demasiado’. Y cómo esta, otras ocasiones en las que Dios te recuerda y muestra cuánto te ama y se preocupa por ti. Y al experimentar todo esto, uno quiere corresponder a ese increíble amor que Dios te ha mostrado, y quiere también ayudar a otros a experimentar ese amor», concluye.
«Para mí también tuvo su parte difícil», comenta el P. Rafael Pou. «Recuerdo el noviciado con mucho cariño, pero también como un período difícil porque echas de menos todo lo que has dejado, entras en un mundo que no conoces, la disciplina te cuesta, y mil cosas más… Y al mismo tiempo está lleno de luces y de alegría. Es como un combate con muchos dragones, pero también con muchos tesoros. Muchas lecciones y experiencias valiosas, vividas en circunstancias totalmente ordinarias. Conservo además muchos amigos de esos años de noviciado y humanidades, y a menudo recordamos entre risas anécdotas e historias de esos años».
El P. Miguel Ángel nos explica que «recuerdo que fueron años muy felices en los que pude profundizar el gran regalo que Dios me hacía de mi vocación dentro de la Legión de Cristo. Una familia y unos hermanos que me han acompañado durante estos años de sacerdote».
«Yo los recuerdo con mucho cariño -señala el P. Esteban Castell, de Mallorca-. Los recuerdo como una etapa maravillosa de mi vida. Yo entré ya tarde con experiencia universitaria y la mayoría de los hermanos con los que compartí ese tiempo eran muy jóvenes. Les recuerdo a todos con mucha admiración y cariño. Lo mismo los superiores, instructores y asistentes. Recuerdo cómo con paciencia y dedicación nos ayudaban a dar los primeros pasos en la oración y en la vida religiosa».
P. Esteban, ¿en qué cambió su relación con Cristo durante el noviciado?
En el noviciado, mi relación con Cristo cambió totalmente. Dejó de ser una idea para pasar a ser una persona. Una persona real, con la que hablar y relacionarte. Una persona que, por un motivo totalmente misterioso, se fijó en mí y me invitó a una aventura maravillosa. Nunca me dijo lo que íbamos a hacer, nunca me dijo a dónde me llevaría. Simplemente me dijo “ven y lo verás” y, gracias a Dios, aquí seguimos.
¿Para usted, P. Miguel Ángel?
Yo inicié mi noviciado a los 16 años. Sobre todo, lo que puedo decir es que en mí fue madurando la fe, la confianza en el trato con el Señor. Fui forjando una relación más cercana, confiada y, sobre todo, una relación más personal. Es una relación mía con el Señor, es una relación especial.
P. Pou, usted que acaba de ordenarse, ¿cuál es el papel de la familia en el proceso de discernimiento vocacional de un legionario de Cristo?
Naturalmente, ayuda mucho el apoyo de la familia, en esos momentos tan delicados, en los que tú mismo no sabes lo que quieres de verdad, o qué quiere Dios de ti. Mi familia fue muy sensata y equilibrada, creo yo. Les costaba mucho, pero también me apoyaban y veían mi posible vocación como un gran bien. También les preocupaba que me equivocara, o que tomara una decisión precipitada, y mi padre me dio muy buenos consejos para discernir, pero siempre me ayudaron y nunca me frenaron.
H. Yago, ¿para qué le han servido los años de noviciado en esta etapa de estudio de Humanidades?
Pues para mí está siendo fundamental. Durante esta etapa, la mayor parte del tiempo está dedicada a los estudios. Tenemos clase por la mañana y tiempo de estudio personal por la tarde.
Si uno no ha hecho una experiencia profunda del amor de Dios en el noviciado, es muy fácil perder la perspectiva de lo que uno está haciendo. Nuestra vida no está centrada en los estudios sino en Cristo. Es fácil perderse en las cosas prácticas y olvidarse de por ‘quién’
estamos haciendo esas cosas. ¿Qué sentido tiene estudiar mucho si no lo hacemos para servir a Cristo y a las almas? La experiencia del amor de Cristo es la que te mueve a tomarte ahora tus estudios en serio y a reservar los mejores tiempos del día para ir con Él a la capilla para que siga transformando nuestra alma.
Hay una cosa en la vida religiosa y sacerdotal que nunca cambia. Cada día, en cada etapa de la formación, estés donde estés, lo más importante es crecer en nuestra relación con Cristo. Y dicha relación empieza en el noviciado, y continua aquí en humanidades y toda la vida.
H. Manuel, ¿qué le diría a un chico que entra ahora en el noviciado?
¡Qué no tuviera miedo! A veces podemos temer a lo que Dios nos puede estar pidiendo, pero, y lo digo por experiencia propia, ¡el Señor te llena de una plenitud y una felicidad únicas! Esto solo lo experimentas cuando dejas que Él guíe tu vida.