¿Qué diferencia hay entre un sacerdote diocesano y uno religioso?

Si te estás preguntando en qué seminario o noviciado seguir la voluntad de Dios es muy útil conocer las realidades eclesiales que hay en tu ciudad o país. Es recomendable visitar el seminario de tu diócesis, conocer la vida consagrada y los carismas de las distintas Congregaciones a las que te sientes atraído. Esto te ayudará en tu discernimiento, porque Dios te irá iluminando el camino. Es necesario reconocer que se trata de dos estilos sacerdotales diferentes (CDC 573).

El sacerdote diocesano vive y preside una parroquia a él confiada; ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos (CDC 607 §2). Se dedica totalmente a cuidar el pueblo de Dios como ministro encargado del servicio parroquial y pastoral (CDC 519). Su formación es la requerida para tal ministerio, viven la pobreza pero no con voto como los religiosos, la mayoría viven solos pero, si hay parroquias cercanas, pueden vivir en una comunidad sacerdotal. Su acción ministerial es en la diócesis a la que pertenece.

El sacerdote religioso vive en comunidad bajo la regla propia, por lo que la vida fraterna es esencial;  y se entrega al cuidado de las almas según la misión específica y el carisma de su Instituto. Este aspecto del carisma es muy importante en el discernimiento, pues cada realidad carismática requiere un perfil humano, cualidades, precisa no tener ciertos impedimentos propios y la idoneidad para realizar tal misión a plenitud. Con la profesión de los consejos evangélicos -de pobreza, castidad y obediencia- se dedica totalmente a Dios para la edificación la Iglesia con su obra y su testimonio (CDC 573). Generalmente, el tiempo de formación es más amplio que el sacerdote diocesano y tienen un carácter misionero al poder ser trasladados a los países donde la congregación esté presente. Es importante saber que dentro de este estilo de vida hay dos matices a tener en cuenta: hay religiosos de vida contemplativa y religiosos de vida activa. Los primeros se dedican más a la vida de oración, generalmente están en un claustro, son intercesores con su vida de piedad por toda la Iglesia. Los segundos se dedican a obras apostólicas como hogares para ancianos o niños, hospitales, colegios y universidades, misiones, etc.

Hay otro estilo de vida sacerdotal: el sacerdote que pertenece a una Sociedad de Vida Apostólica. Este, normalmente, se incardina en la misma sociedad (CDC 731 y 736). Vive en comunidad y buscan el fin proprio de la sociedad a que pertenecen, aunque no tengan votos religiosos.

¿Qué se necesita para ser legionario de Cristo?
Todas las congregaciones religiosas, en virtud de su carisma y misión en la Iglesia, requieren que los jóvenes tengan ciertas cualidades o la capacidad para adquirirlas durante la formación. Siempre se necesita una base humana donde empezar a cimentar. La falta de ella es signo que tu lugar no es en tal congregación. Las Constituciones delinean bien lo que se necesita para iniciar el proceso de discernimiento. Del mismo modo, hay también impedimentos, señalados por el Derecho Universal y el Derecho propio, que indican con certeza que un joven no puede iniciar un proceso vocacional o ingresar en alguna congregación. Es bueno que conozcas cuáles son los requisitos e impedimentos de la congregación a la que te sientes atraído para ir caminando hacia una certeza vocacional. En nuestro caso, es importante (aunque no absoluto) conocer y experimentar el Regnum Christi pues será el ámbito ministerial donde muy probablemente los Legionarios estaremos trabajando en la vida. El promotor vocacional te ayudará a constatar la presencia o ausencia de estos elementos para iniciar un proceso vocacional en la Congregación.
Mi hijo quiere entrar al seminario menor: ¿qué me aconseja?
Si ya la decisión de un hijo a ingresar al seminario es difícil a veces para los padres, el que sea un hijo menor puede costar mucho más. Surgen al instante muchos interrogantes: ¿no es muy joven e inmaduro?, ¿no es mejor que se quede con nosotros en familia?, ¿no es mejor que experimente el noviazgo?, entre varias más. Volvemos al principio teológico de toda vocación: Dios nos quiere felices y por ello nos crea con una misión-vocación que, al cumplirla, nos da esa plenitud de vida que buscamos. Por ello, los padres cristianos deben mirarlo con fe y generosidad. El ingreso a un seminario menor no significa dejar de ver a su hijo ni estar al margen de su formación integral. Por el contrario, el seminario menor es un lugar adecuado para ayudar a discernir si esa incipiente atracción a la vida sacerdotal es auténtica y además cuenta con las herramientas necesarias para la maduración de la misma siempre en colaboración responsable de los padres. Los años que un joven viva en un seminario menor, si los ha vivido responsablemente, nunca son en balde.
¿Cuál es la mejor edad para entrar al seminario?
El criterio esencial para entrar al seminario no es la edad sino la disposición del alma que con la madurez suficiente impulsa a dar el paso que Dios pide, ayudado del director espiritual y considerando todo el entorno de cada joven. No se puede generalizar diciendo que todos deberían entrar a una cierta edad: ciertamente cuanto más madura es una persona, tanto más estará lista para dar un paso definitivo en su vida hacia la santidad y la entrega total a las exigencias del Evangelio. En la historia de la Iglesia tenemos santos sacerdotes que han sido llamados a temprana edad, por ejemplo San Carlos Borromeo, y otros que entraron al seminario después de haber concluido una carrera civil, como San Agustín. La mejor edad, en definitiva, es la que tienes cuando Dios te llama. Jesús en el Evangelio nos demuestra que llama a sus apóstoles a  edades diferentes, como el dueño de la viña, que llama a horas diferentes a los obreros a trabajar en ella (Mt 20,1-16).
¿Qué tengo que hacer para encontrar el seminario adecuado?
Una vez que se va conociendo si Dios te llama a un estilo de vida sacerdotal diocesano, religioso o de asociación de vida apostólica, entonces el paso siguiente es más fácil pues debes recurrir al promotor vocacional de ese estilo de vida. Esta persona te ayudará a conocer el seminario y todo lo que conlleva: proceso de acompañamiento, convivencias vocacionales, actividades para conocer más la vida del seminario, etc. Lo más importante es conocer a qué estilo de vida sacerdotal es a la que Dios te invita.
¿Tienes miedo a seguir a Dios y no ser feliz?
Es humanamente legítimo y se desprende del miedo a Dios. El miedo surge de una concepción equivocada del concepto de felicidad, ligada a la que se hace en el mundo: dinero, éxito, reconocimiento, satisfacciones sensuales… Pero el Cura de Ars nos respondería: “La única felicidad en este mundo es amar al Señor y saber que Él nos ama”. Dios es “el inventor de la felicidad” y nadie mejor que Él sabe qué es lo que nos hará feliz. Toda llamada se abre a la alegría. El cristiano es el único en poder vivir a la vez la alegría y la cruz. Pero la felicidad cristiana, la alegría ofrecida al cristiano en la respuesta a su llamada, no es una felicidad “banalmente humana” y basada exclusivamente en la afectividad. Dios, evidentemente, no prohibe al hombre las sanas alegrías naturales. Por el contrario, únicamente el hombre capaz del gozo natural puede gustar de la alegría espiritual. Es verdad que, en el marco de una llamada, los renunciamientos son muchos, pero están ahí para descubrir un gozo inexpresable, que emana de aquello a lo que se renuncia por amor a Cristo. En la medida en que esta vocación es auténtica, el Señor colma más allá de toda medida a aquellos que dejaron todo por seguirlo.
¿Tienes miedo de perder la libertad?
Cuando se responde a la llamada divina y se considera que el Señor “lleva las riendas” de nuestra vida, es verdad que no se hace lo que se quiere, lo cual no quiere decir que hemos perdido la libertad de pensamiento o de acción. En las cosas humanas ponemos libertad en relación con nuestra independencia, pero es en la dependencia de Dios donde se asienta la verdadera libertad. Esta no consiste en hacer lo que se quiere, cuando se quiere. La verdadera libertad es la que consiste en un «sí» permanente a Dios, quizá a través de ciertas personas o ciertos sitios de vida. La libertad es lo único que Dios “no nos puede tocar” pues no nos quiere robots sino amigos. Él quiere que le amemos en la libertad y la generosidad, al contemplar su gran amor por nosotros.
¿Tienes miedo a equivocarte de camino?
Equivocarse es de humanos. Por ello es muy importante estar acompañados y pedir ayuda a la Iglesia para un buen discernimiento. No obstante, jamás tendremos todas las seguridades humanas que nos garanticen que el camino que consideramos tomar es el mejor para nosotros. Siempre entra en juego la fe. Evidentemente no tenemos que lanzarnos a lo loco, de manera apasionada, en la primera dirección que se nos ofrece, pero tampoco hay que prestar atención a este miedo que nos mantiene durante años en la duda y en la pusilanimidad. Tengamos confianza en Dios. En la medida en que estemos de verdad ante Él, deseando realmente descubrir su voluntad de amor sobre nuestra vida, no permitirá que tomemos el camino equivocado.
¿Tienes miedo de perderte algo?
Al responder a una llamada, tenemos frecuentemente miedo a perder algo en ámbitos muy diversos:  tiempo disponible, dinero, diversiones, etc. Hay miedos más profundos también: no tener afectos, ternura, etc. Podemos tener miedo a perder lo que teníamos antes o preveíamos tener después de dar el «sí». Pero progresivamente nos damos cuenta que esas carencias se han vuelto accesorias. Dios conoce nuestras verdaderas necesidades y siempre las colma. Es el ciento por uno en esta vida y la felicidad eterna que promete a quien le sigue con alegría y confianza.
¿Tienes miedo a que se te pida demasiado?
Este miedo está ligado a nuestra imaginación que nos deforma eventuales pruebas futuras. Lo que vivimos en el momento presente siempre puede ser asumido. Dios quiere enseñarnos a vivir día a día. El imaginar el futuro como prueba y cruz puede llegar a ser una montaña infranqueable para nosotros. El miedo no nos hace tomar en cuenta la gracia que se nos dará en cada momento para superar las pruebas futuras. No tengamos miedo a que Dios exija demasiado de nosotros, aunque desee que le entreguemos enteramente nuestra vida. No permitirá jamás que vivamos hechos más allá de nuestras fuerzas. Dicho de otra forma: no nos pide nada de lo que no nos haya hecho capaces por su gracia.
¿Por qué es importante la castidad sacerdotal?
El sacerdote está llamado a vivir en castidad pues sigue a Cristo que, pobre, obediente y casto, se entregó con alegría a la misión que el Padre le encomendó: la salvación de las almas y el establecimiento del Reino de Dios. La castidad es una virtud que ayuda a amar mejor y a amar más personas sin exclusión de nadie. El sacerdote presta su corazón a Cristo para que las personas experimenten el amor de Dios. La castidad es fuente de plenitud para el sacerdote pues es de todos y para todos. El celibato sacerdotal permite estar disponible para todas las personas con más facilidad.
¿Te gustan las chicas y tienes miedo a la llamada de Dios?
Que te guste una chica, me parece lo más normal del mundo. Ahora bien, si tú has visto que Dios te podría estar llamando a ser sacerdote, o por lo menos quiere que le des a Él la primera oportunidad, lo más honesto sería que efectivamente lo hicieras y que con tu decisión no vayas a hacer sufrir innecesariamente a alguna chica. Por ello, quizás convenga que participes en las experiencias vocacionales que ayudarán a clarificar todo esto. Si ahí percibes la voz del Señor con mayor claridad, entonces habrá que profundizar por este lado. Si Dios, en cambio, te llamara al matrimonio, podrías empezar un noviazgo cristiano. No te recomiendo, sin embargo, que estés “coqueteando” con Dios y con alguna chica, sobre todo cuando ves con más claridad una posible llamada al sacerdocio. Hay que ser muy leal y focalizarse en el discernimiento para saber mejor el camino vocacional. Finalmente, podría afirmar que un joven que no desee la paternidad física no da garantías vocacionales al sacerdocio pues si no desea esta, ¿cómo podría desear la paternidad espiritual del sacerdote?
¿Son mis pecados señal de que no tengo vocación?
En términos generales, de ninguna manera. Los pecados son una imperfecta correspondencia al amor de Dios que te ama hasta el extremo. Por la concupiscencia tenderemos al pecado toda nuestra vida. La vocación es algo muy distinto. En el proceso vocacional Dios nos invita a un mayor amor, y eso implica la vida de gracia para que Él viva en nosotros. Cuanto más estemos en comunión con Dios, más fácil será el discernimiento y descubrir para qué Dios te ha creado. Cosa aparte es que durante el proceso de discernimiento vocacional constates que cierto pecado te imposibilitaría vivir la vida sacerdotal, entonces podría ser signo de que no es tu vocación.
¿Qué pasos debo dar para descubrir mi vocación?
No existe una “receta vocacional” específica, pero sí algunos consejos que pueden ayudarte. Primero, confianza, pues Dios quiere que seas feliz. Segundo, querer afrontar con valentía y serenidad la inquietud vocacional sabiendo que Dios siempre premia la generosidad. Tercero, contactar a un promotor vocacional que te ayude a discernir el estilo sacerdotal al que podrías ser llamado y, por consiguiente, el lugar concreto. Cuarto, decidirte a vivir una vida de oración, una vida de gracia y el servicio en el apostolado. Dicen que hay dos días importantes en nuestra vida: el día que nacemos y el día que sabemos para qué hemos nacido, en definitiva, saber cuál es nuestra vocación. ¡Te conviene saber para qué te ha creado Dios!
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